Ya no trabajo en Madrid. Estoy descolgado de cualquier proyecto de escritura a largo plazo. Desde hace años, comparto textos deslabazados en una página de Internet, donde conozco a varias personas muy importantes en el proceso de investigación de las condiciones de la escritura. No les conozco personalmente a ninguno. Con el tiempo, van apareciendo historias detrás de ellos. Unos son perfiles falsos vocacionales, auténticos avatares conscientes de sí mismos. Es el caso de la magnífica Soledad Arcos. Otros padecen el falso anonimato, como nomegustanlosapodos. Otros, superponen identidad off y on-line, siendo indisoluble para mí: Ysobelt Nasky.
Aprendo más leyéndoles a ellos, sus textos, sus ambiciones artísticas, sus fracasos, ... que leyéndome a mi mismo. Yo también he creado un avatar. Bueno, muchos. Creo un avatar para cada línea de investigación. Sin embargo, siempre termino rozándome con los mismos.
Hay uno de estos avatares que desaparece. Es alguien con quien no interacciono más allá de los textos. Es locuaz y provocador. A menudo, escribo sólo para leer su crítica. Recuerdo especialmente sus comentarios sobre si un poema debía entenderse por sí solo o podía apoyarse para ello en un enlace de una noticia (ya por entonces solía utilizar ese recurso en mis escritos semi-automáticos en respuesta a hecho de la actualidad). Pero, como digo, este avatar, Aristidemo, desaparece.
De repente, tiempo después, me asaltan los hechos. Conozco su país de origen, hasta su ciudad, su profesión, su familia, ... Porque otros avatares me cuentan que el personaje offline en el que Aristidemo se apoya, ha decidido no seguir vivo.
Dejo de escribir.
Mi hermana me hace llegar dos libros de Christian Salmon. Un crítico de arte, que analiza cómo surgen determinados fenómenos en el mundo de la moda. También realiza la primera crítica que llega a mis manos del story-telling.
Necesitamos relatos. Creamos un guión que da sentido a nuestro pasado, nuestro presente y nos permite afrontar el futuro. Lo importante no es tanto si es real o no, sino que es imprescindible. La crisis de los metarelatos llamada posmodernidad, no es tal. Simplemente es la imposición de que cada no de nosotros tendremos que, individualmente, construir nuestro propio relato. Ya no te viene hecho, somos una fábrica postfordista, toyotista, just-in-time, de producir relato.
Consumismos relatos de la publicidad, del arte, de las redes sociales, de nuestras interacciones con avatares, con personajes offline... para inspirar el nuestro propio. El story-telling es el arte de proporcionar un relato a los demás para que una institución, empresa, o producto, funcione. La publicidad no concibe ya marcas, como criticaba Naomi Klein en No-Logo, sino relatos. Compramos un relato, que adquirimos a través de un producto. Comienzo mi trabajo en Iniciativas Educativas para la alfabetización visual frente a la publicidad. Vuelco ahí todas mis energías: talleres de teatro y audiovisual, que permitan a las personas en riesgo de exclusión o en procesos educativos en general, crear su relatos de forma autogestionada.
Pero todo va saltando por los aires. El espacio que estábamos abriendo en Granada (y que en su momento me hacía volver cada dos fines de semana desde Madrid), entra en una fase de redefinición, en la que yo no quiero continuar. Iniciativas no consigue consolidarse como espacio profesional. María, mi pareja, consigue un trabajo en Vic.
Vuelve una soledad extraña, parecida a la de Madrid hace siglos. Vuelvo a escribir. No sé cómo, retomo contacto con aquellos avatares, que han tomado rostro. He abrazado a algunos de ellos. Vuelvo a escribir. Vuelvo a consumir pornografía bajo el asalto de su publicidad en las páginas de enlaces de descarga de películas y música pirateadas. Aparece el mundo de las webcammer: @Dulce_bcn
Ahora tengo una respuesta para el Pornoyonqui: es necesario deshacerme del novelismo sucio. Una novela, un cuento bien cuadrado, permitirá colar bajo cuerda mis argumentos, mi trabajo teórico, dentro del caudal del relato de unos personajes que se naturalizan literariamente. Vamos, que puede funcionar, puede invitar a quien lea a entrar en un ambiente perfecto, un sistema construido por mí en el que los personaje evolucionan coherentemente dentro de unas variables construidas por mí, y que el mismo dejarse llevar por la lectura invisibiliza como construcción.
Por eso necesito la poesía. La unión de emoción e idea que permite es brutal, pero quizás no lo más afilado. Sin pretender que tenga esta utilidad, pero llevo ensayando y jugueteando con una forma de hacer poesía que, además de funcionar, permita distancia y que sea visible el engranaje. Estrofas y versos que se rompen, obligando a quien bucea en esa caudal, en ese relato, a preguntarse por el sentido que aporta en cada presa. Esta crítica a la pornografía debe poner en lo común emoción e idea y, a la vez, maldita sea, debe hacer visible el truco. Hay un relato, sí, pero está agujereado y, si quieres dejarte llevar, tendrás que preguntarte porqué y dónde estás.
Aparece el embrión de @Alicia_Hot. Miguel Ángel Ortega Lucas lo llama, con la boca llena de salsa mientras engullimos un shawarma en Calle Elvira, después de que lo cerraran todo, "artefacto".
Deuda con Brecht y el distanciamento. Que funcione, sí, como un mecanismo. Y, a la vez, sepas que es un mecanismo. Un proceso de conciencia que sepas que es un proceso de conciencia.
Por eso necesito la poesía. La unión de emoción e idea que permite es brutal, pero quizás no lo más afilado. Sin pretender que tenga esta utilidad, pero llevo ensayando y jugueteando con una forma de hacer poesía que, además de funcionar, permita distancia y que sea visible el engranaje. Estrofas y versos que se rompen, obligando a quien bucea en esa caudal, en ese relato, a preguntarse por el sentido que aporta en cada presa. Esta crítica a la pornografía debe poner en lo común emoción e idea y, a la vez, maldita sea, debe hacer visible el truco. Hay un relato, sí, pero está agujereado y, si quieres dejarte llevar, tendrás que preguntarte porqué y dónde estás.
Aparece el embrión de @Alicia_Hot. Miguel Ángel Ortega Lucas lo llama, con la boca llena de salsa mientras engullimos un shawarma en Calle Elvira, después de que lo cerraran todo, "artefacto".
Deuda con Brecht y el distanciamento. Que funcione, sí, como un mecanismo. Y, a la vez, sepas que es un mecanismo. Un proceso de conciencia que sepas que es un proceso de conciencia.
2 comentarios:
Emoción e idea: sasto (lo demás viene añadido, si se hace como hayque).
Aaah: artefacto está bien, pero la pobre Alicia merecería crecer hasta el arquetipo. De cómo este mundo tritura la belleza hasta la altura de su propia mierda (por ej.)
Pues dale, broder, a ver qué tal. Que para mí, la belleza es intriturable, o bien la mierda triturada puede quedarme bonica...
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